LOADING...

Back To Top

octubre 25, 2024

¿Adaptación o resignación hacia el Cambio Climático?

By
  • 39
  • 0

Por: Julio Guasca.

El 24 de octubre se conmemora el día internacional contra el Cambio Climático, fenómeno causado por la acción humana debido a la hegemonía de un sistema económico como el capitalista que ha objetivado a la naturaleza, convirtiéndola en una despensa de recursos, o cómo dicen en el argot técnico neoliberal: una proveedora de servicios ambientales y ecosistémicos. Términos que hacen parte del clásico juego de palabras para ocultar la cruda realidad, la cual consiste en que la naturaleza es un contendor que abastece recursos o en el que se deposita todo lo inservible, todo lo desechable.

Pero el problema no sólo es económico, sino que también es profundamente cultural (Angel Maya, 2009) ¿por qué? Precisamente porque desde el pensamiento moderno instituido por Occidente se promovió una escisión entre razón y emoción, entre espíritu y cuerpo, entre sujeto y objeto (Leff, 2014), lo cual tradujo a una cosificación de la naturaleza. En ese sentido, el pensamiento moderno occidental desdeñó los otros sistemas de pensamiento por considerarlos atrasados e incivilizados. Para el norte global, la naturaleza es una amalgama de recursos y materiales que hay que explotar con el ánimo de impulsar la productividad y el consumo, por tanto, cualquier otra mirada sobre lo natural se reduce a ideas folclóricas, míticas y animistas que están desprovistas de toda racionalidad científica, atendiendo a los parámetros instituidos por la modernidad.

En relación con lo anterior, Augusto Angel Maya (2009) argumenta que la crisis ambiental que se materializa en el Cambio Climático es cultural, porque la naturaleza y sus elementos están esquematizados como insumos para la productividad y el consumo en el marco de un sistema reduccionista. En consonancia con ello, se ha construido un pensamiento en el que el éxito o el fracaso personal y colectivo están asociados con la capacidad adquisitiva de bienes materiales, lo que no permite que las personas se den cuenta de la complejidad y el origen de la trama de la vida, y que a diferencia de muchos pueblos indígenas de todo el mundo que consideran a la tierra como un ente vivo, como un gran organismo que siente y sufre, al cual se le debe todo respeto; en la sociedad actual de consumo la cultura y el modo de pensar están orientados por el derroche excesivo en aras de ataviar la apariencia.

Entonces el problema también es cultural, porque prácticamente nos desconectamos de cualquier visión verdaderamente ecológica que propenda por la conservación de la naturaleza y por mantener la trama de la vida, como lo hacen muchos pueblos indígenas de la tierra, que a través de sus culturas milenarias entendieron que son el resultado de un proceso esencial, (si se quiere místico) y que por eso sus sistemas culturales surgieron como una respuesta de adaptación a la naturaleza (Angel Maya, 2002). La economía capitalista que hoy es predominante en el mundo actual, desnaturalizó al ser humano de su vinculo esencial y vital con lo ambiental, cambiando dicha visión por una en la que todo debe ser valorado, mercantilizado y consumido; lugares para turistear o consumir, consumo de experiencias en restaurantes, boutiques, centros culturales, parques ecológicos o centros de retiro, más un sinfín de estrategias que supuestamente buscan el cultivo del espíritu y la felicidad, pero que en ultimas se reducen a lo mismo: el consumo.

La cultura ha perdido en gran medida parte de su sentido cuando se la reduce a la visión del mercado, porque siendo idealistas con lo cultural: este debe ser un campo que propenda por el crecimiento de aquellas virtudes y dimensiones que proyectan a la humanidad, en especial su sensibilidad ante cuestiones como lo bueno, lo bello, lo ético, la otredad, lo comunitario y una serie de aspectos que se supone nos catapultaron a la cúspide evolutiva de la pirámide de las especies. La cultura puede ser central en recuperar esa espiritualidad (perspectiva alejada de cualquier doctrina religiosa) que nos permita reintegrarnos con la inmanencia de la vida a decir de Angel Maya (2002) y Leff (2014).

Es así que el Cambio Climático, no es más que uno de los efectos de la acción predatoria del sistema económico dominante, pero ante todo de la pérdida de una visión cultural vitalista en la que la naturaleza es el ente que mantiene en profundo equilibrio a toda la trama de la vida, por lo que muchos pueblos originarios con su espiritualidad y ritualidad buscaban mantener ese equilibrio, tal como ocurría por ejemplo con los mismos Muiscas que habitaron el altiplano cundiboyacense (Langebaek,2021).  Incluso el término de Cambio Climático en sí mismo es distractor, porque busca maquillar lo que está ocurriendo: una crisis ambiental. Sin embargo, al hablar de crisis ambiental se produciría un efecto alarmista que seguramente ocasionaría impactos en la economía, lo que al final de cuentas es de suma importancia para los empresarios y políticos que ostentan el poder en el ámbito planetario.

Lo más preocupante es que antes se hacía referencia a la mitigación del cambio climático, dando alguna posibilidad de construir estrategias para un cambio de conciencia ante este oscuro panorama, ahora se habla de adaptación al Cambio Climático, lo que en puntualmente consiste en la resignación ante el problema de la crisis ambiental (Rodríguez,2019),pero ante todo en la falta de voluntad por cambiar de perspectiva cultural, dejando atrás el derroche y el consumo por una visión más frugal de la existencia en la que todas las formas de vida puedan perdurar y convivir armónicamente. Pasamos a la resignación o el inevitabilismo como diría Zuboff (2018).

En Suacha y la Sabana de Bogotá estamos presenciando todo este fenómeno de la crisis ambiental, no solo porque se ha producido un transgresivo impacto sobre los ecosistemas propios de esta región del país, sino también porque ya estamos afrontando una falta de abastecimiento de agua, asunto que se pensaba muy distante en el futuro, pero que ahora es una realidad: Bogotá, Suacha y La Sabana se están quedando sin agua. No obstante, la respuesta no ha sido la más optima por lo que la sociedad no ha tomado conciencia de esta problemática, empezando por los mismos gobernantes que procuran no afectar los intereses del capital, que se sabe consume ingentes cantidades de agua para sus múltiples procesos productivos, así deban sacrificar la calidad de vida de miles de personas y de todo el sistema de vida que tiene lugar en la región. En consonancia con lo anterior, no están creando medidas que promuevan una racionalidad ambiental (Leff, 2014), por el contrario siguen desarrollando acciones en contra del equilibrio natural, en el caso puntual de Suacha con la canalización aberrante y sin consenso del río Suacha (arteria ambiental y cultural del territorio) y la mínima restricción a la avasallante minería que tiene en vilo a la ruralidad y el orden ecosistémico de nuestro municipio. ¿Nos resignamos, nos adaptamos o propiciamos un cambio?

 

Prev Post

Incumplimiento del IDECUT a artistas cundinamarqués.

Next Post

¡Llega a Suacha el Festival de Circo Alma de Niño!

post-bars

Leave a Comment