Opinión: En tiempos de guerra, elegimos el perdón como arma más poderosa.

PERIÓDICO CÁPSULAS DE MEMORIA CHIBCHACUM.
COLUMNA DE OPINIÓN.
Autor: HAROLD CORE.
2 de septiembre de 2025.
PAZ EN LA TORMENTA.
En este tiempo que vivimos, donde la guerra se acrecienta de maneras desmedidas, donde la violencia entre los mismos ciudadanos se ha convertido en un factor común en tanto que la intolerancia crece de manera desmedida, y más aún, dado que las redes sociales están inundadas de noticias políticas, de rumores de guerra, de narcoterrorismo, de alianzas internacionales, de corrupción, hambre, miseria y escases, secuestros, asesinatos selectivos y anónimos, masacres y matanzas a líderes sociales, niños que quedan huérfanos, mascotas sin sus amos, padres que pierden a sus hijos, y un largo etcétera que lo único que hace es traer desesperanza, muerte y destrucción al corazón inhibiendo la alegría, viendo que cada día que pasa la tranquilidad emocional se convierte en una inalcanzable e irrisoria ilusión utópica que se desvanece frente al conflicto interno que crea lazos de enemistad cada vez más grandes en nuestras casas, barrios, pueblos, ciudades y regiones enteras en cada nación.No obstante, muy dentro de nosotros existe un diminuto pero aún permanente rayo de luz de esperanza en nuestro corazón, una luz que ilumina cada uno de nuestros pensamientos, pensamientos que nos llevan a creer que siempre hay una salida, que el odio no nos lleva a crecer ni a estar en paz, sino que, por el contrario, lo único que produce es una lenta y tormentosa muerte espiritual, emocional y sentimental que nos carcome por dentro mientras las personas a quienes posiblemente odiamos, ríen, viven y continúan su existencia sin reconocer tan siquiera que los despreciamos o que respiramos, pero, ¿por qué? Porque el veneno que mata no es el que se bebe sino el que se guarda en el corazón.Por tanto, quiero motivarte, estimado lector, a que juntos entreguemos nuestras cargas al Eterno Creador y soltemos las maletas emocionales que perturban la paz y la tranquilidad que debería regir nuestras vidas en estos momentos. Es tiempo de tomar las riendas de nuestras emociones y dejarnos guiar por la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento. Es hora de unirnos como nación, como comunidad humana, como seres de una misma raza y comenzar a dejar huellitas marcadas en el corazón de aquellos que nos rodean, de nuestras familias y de quienes confían y en algún momento han depositado su esperanza en nosotros.

Si aprendemos a perdonarnos a nosotros mismos por los errores del pasado, lo más probable es que, sin darnos cuenta, tengamos la madurez espiritual y emocional de perdonar también a aquellos que quizá nos traicionaron, nos lastimaron o que simplemente nos marcaron con una decepción que trazó una herida en el corazón que aún sigue abierta. Es por eso que el arma más poderosa en esta guerra constante que no ha abandonado nuestra nación no es la de los fusiles, sino la del perdón.

Si te perdonas, es más fácil que puedas perdonar a otros. “Ama a tu prójimo como a ti mismo”, fueron las palabras que nos enseñó el gran maestro Jesús de Nazaret en el Siglo Primero, palabras sencillas pero que nos cuesta demasiado ponerlas en práctica. Es cierto, pero, si no comenzamos ahora por nosotros mismos, tal vez causemos nuestra propia destrucción y, la excusa más grande, es que estamos en tiempos de guerra, solo que sería una huella que jamás se borraría.

Yo estoy cansado de vivir con ira, rencor, resentimiento y frustración por lo que pasó, lo que no pasó o lo que hubiera podido pasar, pero prefiero comenzar a crear mi propio destino con acciones que perduren para siempre, que marquen la humanidad desde un amor intempestivo, esa es mi decisión y es el legado que quiero dejarle a mis hijos y a nuestras próximas generaciones junto con mi amada esposa.

¿Y tú?

Bueno, te dejo esa perla para que la mastiques pacientemente y, espero de todo corazón que tomes la mejor decisión, tanto para ti como para tu hogar, tu familia y todos los tuyos.

¡Bendiciones pues, lindura que se deleita en la lectura y, como siempre nos vemos en el camino… porque “Suacha” y Colombia entera merecen ser un territorio de Paz!

Nos veremos nuevamente en el camino del amor.

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